Pocos términos son tan funcionales a los poderosos como "crisis".
Les permite
tomar cualquier medida por la vía de hecho y sin importar lo odiosa o antidemocrática que sea
cuando la evocan.
Pero además, rehuir toda responsabilidad sobre
lo que esté pasando e imponer su propia versión de los hechos.
Pueden citarse muchos ejemplos para demostrarlo, pero para entrar en materia de una vez hablemos de la llamada “crisis climática”.
Por años se nos ha insistido que todas y todos, la especie humana en pleno, somos
responsable de la "crisis climática", al punto de que se habla
del “Antropoceno” para dar cuenta de esta era donde la huella humana estaría
acabando con el planeta.
Y desde luego, no deja de ser cierto que todos en alguna medida tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Sin embargo, el problema con esta verdad parcial es que encubre otra mucho más grande: que en el agregado, son unos cuantos sujetos los determinantemente responsables del cambio climático, de la extinción de especies y del posible colapso de la vida en el planeta tal y como la conocemos.
Miremos el caso del oro y la devastación de la Amazonía. Automáticamente, cada vez que se aborda el tema el primer culpable que salta a la vista es el llamado garimpeiro o minero ilegal. Y no es para menos. Pero el garimpeiro es tan solo el extremo menos glamuroso de una cadena de extracción en cuya cabeza tenemos a los vendedores y consumidores de joyería fina así como banqueros y especuladores financieros.
Y es que casi la mitad del oro extraído
en el mundo, el 46 %, termina
transformado en joyas. De lo restante, un 20 % se emplea como inversión
privada, un 17 % lo consumen los bancos centrales a modo de reservas y el 15 %
se destina a otros fines incluyendo industriales.
Lo que esto significa es que
deberíamos recalcular nuestros juicio al respecto, pues lo cierto es que
quienes sostienen el negocio y financian la devastación que realizan los garimpeiros son estos consumidores de alta gama.
De la misma manera, en un estudio reciente realizado por la universidad ETH Zurich (Suiza) y publicado en Nature Climate Change , donde se evalúa en qué medida contribuyen a las emisiones los distintos grupos y sociedades, se comprueba que el 10% más rico del mundo es responsable dos terceras partes del calentamiento global producido desde 1990, derivado de sus patrones de consumo e inversiones.
En el caso del
1% de las personas más ricas del mundo, estos han contribuyó 26 veces más que
la media mundial al aumento de los extremos térmicos globales y 17 veces más a
las sequías del Amazonas.
En un estudio previo de la ONG OXFAM, se concluye como el 1% más rico del mundo, emite un millón de veces más CO₂ que el 90% de la población más pobre. Y es que gran parte de su riqueza está vinculada a industrias altamente contaminantes, a todo lo cual hay que sumarle las inversiones más recientes en nuevas tecnologías altamente demandantes de agua y energía eléctrica.
Este mismo 1% promueve prácticas
favorables a sus intereses y gustos, incluso cuando claramente perjudican al
medio ambiente, como el uso excesivo de jets privados, yates y mega-propiedades que generan emisiones de carbono miles de veces mayores que las de una persona
promedio.
Por esta vía, se estima que las emisiones del 1% más rico causarán 1,3 millones de
muertes relacionadas con el calor entre 2020 y 2030, siendo que el 10% de esos
1,3 millones de muertes se deberá a las emisiones de los estadounidenses
ultrarricos.
Y valga agregar que este estudio fue publicado antes de que los más radicales y poderosos de esos estadounidenses ultrarricos pasaran a integrar el gobierno de los Estados Unidos.
Como concluye lacónicamente OXFAM: Las mujeres y las niñas, las comunidades indígenas y las personas que viven en países de bajos ingresos no cuentan con los mismos recursos para protegerse que los superricos, compuestos principalmente por hombres y mujeres blancos de países de altos ingresos. Pero en cambio, son y seguirán siendo los primeros en padecer el impacto climático y sus víctimas principales, tanto como el resto de especies animales y vegetales que habitan el planeta.
Una evidencia de esto último lo representan unas recientes declaraciones de Elon Musk, “alertando” sobre una nueva crisis mundial de energía para la cual el mundo no estaría preparado. ¿Las razones de esta crisis según el propio Musk?: el enorme salto tecnológico impulsado por la inteligencia artificial y los autos eléctricos, que aumentarán la demanda de electricidad a nivel global de manera inédita.
Si se toma en cuenta que Musk es, precisamente, uno de los principales promotores y beneficiarios del negocio de la Inteligencia Artificial y los autos eléctricos (y otros conexos), cabe concluir entonces que no está alertando sino haciendo un spoiler del impacto de sus acciones: está anunciando lo que pasará, confesando el daño colateral masivo de sus negocios.
Y valga recordar que en estos negocios está incluido colonizar Marte, que es la alternativa que venden
para salvar a la humanidad del desastre que causarán, entendiendo por “humanidad”
a todos los que puedan pagar la emigración interplanetaria. Es su manera ultrarrica de cerrar el ciclo
Así las cosas, ¿tiene sentido seguir hablando de crisis climática cuando hay evidencia suficiente –incluyendo confesiones de sus perpetradores- de que estamos en presencia de un crimen en masa, un mega-ecogenocidio en la medida que se ejerce contra la humanidad y la biodiversidad planetaria en general?
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