Criaturas: Línea de extinción (Elevation) trata sobre un grupo de sobrevivientes al ataque de unas extrañas criaturas llamadas Reapers (segadores) que en algún momento surgen debajo de la Tierra aniquilando al 95% de la población mundial. No está claro su origen ni por qué acaban con los humanos. Tampoco qué son exactamente: organismos vivos, máquinas, un cruce de ambas cosas, terrestres o extraterrestres… El caso es que quienes sobrevivieron a ellos lo hicieron en alta montaña porque por algún motivo que no se explica en la película, no suben más allá de los 2.400 metros. Por esta razón, los sobrevivientes trazan una línea blanca en el piso a dicha altura tanto para saber de dónde no pasan los reapers como también y sobre todo a partir de dónde ningún humano debe bajar so pena de ser exterminado.
En uno de esos pueblos situado en las montañas de Colorado vive un padre viudo llamado Will, cuyo hijo sufre de una deficiencia respiratoria que lo obliga a consumir unos medicamentos ya pronto a acabarse. Esto implica que en algún momento debe bajar a la ciudad abandonada más cercana a reabastecerse, pues caso contrario su hijo morirá. Claro que el problema es que de bajar las posibilidades de sobrevivir son prácticamente nulas ya que los reapers controlan la zona. Pero si no lo intenta su hijo morirá irremediablemente. Ante el dilema no duda: decidido a bajar se prepara y busca refuerzos.
Su refuerzo inmediato es Nina, una científica solitaria y alcoholizada que trata infructuosamente -y de manera rudimentaria dadas las condiciones de trabajo- de crear algún arma que mate a los reapers. No se la llevan bien. A Nina le consume el odio contra los reapers que mataron a su familia mientras que Will la culpa de la muerte de su esposa. Sin embargo, la necesita por su preparación militar e inteligencia.
Ahora bien, cuando están a punto de bajar aparece una conocida de ambos llamada Katie, quien se suma a la misión no solo por solidaridad sino porque busca convertirla en una causa colectiva, esto es, que no solo tenga como propósito encontrar las medicinas sino también la manera de combatir a los reapers. Will se opone porque piensa que ello pone en peligro su plan original: salvar a su hijo. Pero ambas logran convencerlo con dos argumentos muy convincentes: que por más medicinas que consiga no podrá abastecerse lo suficientes como para no volver a bajar, por lo cual, de tener éxito, solo habrá ganado tiempo. Y el segundo: que finalmente no hay garantías de que los reapers no superen en cualquier momento los 2 mil 400 metros, lo que supondría la extinción definitiva de los humanos incluyendo a su hijo.
Lo determinante del debate entre Nina, Katie y Will es que ambas le hacen caer en cuenta que la nueva normalidad a la cual se aferraba Will no representaba ninguna garantía. Ciertamente, no era poco haber sobrevivido al exterminio inicial. Pero permanecer aislados en medio de carencias y con el miedo recurrente propio de las presas no solo no era una manera de vivir sino además una peligrosa ilusión. Un día cualquiera los reapers podían traspasar la cota de los 2 mil 400: la línea de exterminio. ¿Qué harían en ese caso? Sin armas para combatirlos ni lugar donde esconderse ¿cuál es el plan? ¿Dejarse matar? Había que anticiparse a la extinción por arriesgado que fuera: “no caer sin dar la pelea”, era el punto de Nina y Katie.
A mi modo de ver esta disyuntiva y la manera como la enfrentan los protagonistas, es lo que convierte a Línea de Extinción en una gran película, porque en cuanto tal captura la disyuntiva que la humanidad enfrenta en este momento y que vemos de manera muy clara en la actual guerra desatada tras la agresión de Israel contra Irán.
Al momento que se escriben estas líneas no está claro en qué terminará esta historia. El certero ataque israelí que descabezó dos veces el Alto Mando Militar y científico persa hizo temer la caída del gobierno iraní, más sin embargo, éste ha sabido sobreponerse al punto de tener acorralado al sionismo e infligir daño a su infraestructura como nunca antes. De hecho, de no mediar la amenaza estadounidense y no temerse un suicidio atómico de Israel que se llevaría a medio planeta consigo, es plausible pensar que dado su pequeño tamaño y concentración de infraestructura a estas alturas ya Irán lo hubiese arrasado de proponérselo.
Ahora, no solo es claro que el gobierno iraní subestimó la amenaza sionista asumiendo que no sería atacado mientras estuviera negociando (lo que en parte explica la facilidad con que descabezaron en las primeras horas a su Alto Mando, buena parte de los cuales se encontraban en sus casas al momento de ser asesinados), sino también que a la larga fue víctima de la ilusión de creer que negociando y cediendo alcanzaría neutralizar a sus enemigos. Desde este punto de vista, el gobierno iraní parece haber cometido el mismo error que en su momento le costó el país y la vida a Gadafi, apostando desde la salida y la persecución contra Ahmadineyad y su ala “radical” a una línea conciliadora que a la larga lo puso en una situación de vulnerabilidad. Incluso hay quienes sostienen que los asesinatos de Soleimani en 2020 y el de Nasralá en 2024, solo fueron posibles al ser “vendidos” desde el propio Irán por sectores del gobierno que los veían como obstáculo a su apuesta de convivencia, sacrificando el Eje de la Resistencia en un acto de lavado de imagen como también puede haber sido el caso de su abandono a Asad. Si ese fue el caso –como más de un indicio permite pensar- se ven ahora las consecuencias: con los islamistas pro-sionistas en Siria esta última ya no le brinda cobertura y sin un Hezbolá 100% activo Israel puede operar con mayor impunidad pues no teme incursiones terrestres.
Incluso la pasividad iraní ante el genocidio en Gaza entra en esta ecuación. Recordemos que durante los dos últimos años solo intervino contra Israel como respuesta bastante fría y en buena medida simbólica a un bombardeo que ahora sabemos fue de medición de su capacidad de respuesta, siendo que era evidente que los sionistas se estaban haciendo fuertes y que asesinaron a otros líderes militares y diplomáticos iraníes claves. Todo lo contrario a Rusia, que desde su intervención en Siria en los años más cruentos de la guerra civil y luego en Ucrania tiene claro que retroceder ni confiar son opciones pues lo que se está jugando es la existencia ante entes que clara y manifiestamente quieren destruirla. Ni hablar de Corea del Norte, que ante la certeza bastante sensata de que en cualquier momento serían destruidos optaron por armarse hasta los dientes. No es el mundo que uno quiere, pero la opción a eso es quedar a merced del fascismo distópico que va uno a uno volviendo inviables los países y regiones que le apetece.
Lo que nos trae de nuevo a Línea de extinción, pues la lección que Tina y Katie dan a Will, es que ni esperar que no pase nada ni esconderse indefinidamente son opciones: ni garantizan que nada te pase ni son formas dignas de vivir. La opción es desarrollar capacidad defensiva y de respuesta para que tus enemigos te teman tanto como tú le puedes temer a ellos.
Por eso seguramente de acá en adelante Rusia no parará hasta “desnazificar” Ucrania, pues entiende que lo contrario es darle un segundo aire tal y como pasó cuando los acuerdos de Minsk. Pakistán –que no es un aliado histórico de Irán- ha salido en su defensa pues tiene claro que de caer, ellos serán los próximos. Es la misma cuenta que saca China. Y la que debemos asumir nosotros como país y como región: con un Esequibo como ariete del fascismo distópico que en cualquier momento puede prenderse, un enclave paramilitar delincuencial tomando fuerza en Ecuador, uno en Colombia por ahora en stand by pero no neutralizado, un experimento de Apartheid masivo en El Salvador y un nido sionista en franco crecimiento por el sur del continente. Todo eso por no hablar para el caso venezolano de una agitadora terrorista que no conforme con llamar a estrangular económicamente al país, ahora llama abiertamente a bombardearlo, terrorista cuyo partido tiene un convenio de cooperación con el de Netanyahu.
Los reapers del mundo están desatados y no pararán al menos que los detengamos, debemos apostar a la razón amorosa con nuestros semejantes para que los lazos sociales no se desintegren y la humanidad siga siendo humanidad, pero parafraseando al viejo Maquiavelo, que nuestros enemigos nos teman no está demás: eso es lo único que nos salvará. Afortunadamente, los iraníes se han repuesto de sus errores y las trampas que le tendieron y están dando la pelea de manera admirable en el entendido que lo que se juegan es la existencia. Más de una son las cosas del régimen iraní que pueden no gustarnos, pero por el futuro de la humanidad todas las personas de bien apostamos a la victoria de la Nación Persa.
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