martes, 4 de marzo de 2025

Bailad, bailad malditos

 



Bailad, bailad malditos (1969) es una película de Sidney Pollack que narra la historia de un grupo de desdichados que se apuntan en un maratón de baile cuyo premio son 1.500 dólares para la pareja que quede en pie. Y lo de quedar en pie es literal, pues para ganar no puede dejar de bailar durante días arriesgando su vida. Así visto, parece una versión avant la lettre de Los juegos del hambre. Pero la historia se recrea a partir de hechos reales, ya que tales bailes se hicieron populares en los Estados Unidos durante  la Gran Depresión. A estos se apuntaban gente de todo tipo incluyendo muchos por diversión, pero a la larga, quienes más duraban compitiendo eran quienes veían en ellos una oportunidad de hacerse con un dinero que podía salvarlos -al menos momentáneamente- de la desesperación de la pobreza.


El público asistente también era muy variado. No obstante, los más entusiastas siempre eran los ricos del pueblo (comerciantes, etc.) que a su vez financiaban la puesta en escena. Y es que para ellos, más que una actividad filantrópica se trataba de un divertimento, un momento para resaltar su buena fortuna sobre la mala de los miserables de la pista. Verlos sufrir y arrastrarse por una migaja de lo que a ellos les sobraba era su goce: insultos, escupitajos, arengas y exhibicionismo de comida y tragos su forma de torturarlos.

Al baile de la película se apunta Gloria, protagonizada por Jane Fonda, quien se hace pareja de un desconocido llamado Robert. Ambos comparten las largas, extenuantes y definitivamente absurdas jornadas del baile, con la esperanza de ganar. Para hacer corto el cuento largo, al final, tras días enteros de baile, dolores, falta de sueño, hambre, sed y humillaciones, Gloria, fundida física y emocionalmente, pierde toda esperanza y en un momento de desesperación le pide a Robert que la mate para liberarla del sufrimiento. Robert accede por compasión y le dispara, tras lo cual es arrestado y posteriormente condenado a muerte bajo la mirada acusadora de los promotores del baile.


II

Haciendo un gigantesco ejercicio de abstracción, uno pudiera conceder a la oposición venezolana más extremista, el beneficio de la duda con respecto a que las sanciones del último gobierno de Obama y el primero de Trump, no tenían como propósito dañar al país sino afectar a funcionarios específicos del gobierno nacional. Sin embargo, ya entonces resultaba obvio que no era el caso, siendo que una lectura apenas superficial y ligeramente objetiva de la mayoría de las medidas bastaba para darse cuenta. Por lo demás, las declaraciones de sus promotores tampoco dejaba lugar a la duda: “subir la temperatura”, “estrechar el cerco”, “calentar la economía”, “elevar la desesperación”, “crear las condiciones para un estallido social”, eran frases que se escuchaban casi todos los días de parte de funcionarios del gobierno norteamericano, de sus aliados regionales (Uribe, Almagro, Piñera, etc.) y de los líderes de la oposición venezolana, empezando por el cogollo formado por López, Guaidó y María Corina Machado. 


Aun así, cabría pensar que por ingenuidad, buena fe o ignorancia, más de un entusiasta de las sanciones no era consciente de su impacto real.   


Pero evidentemente, por más que uno se esfuerce, esto no es posible a estas alturas de lo que hemos padecidos los venezolanos y venezolanas en los últimos años gracias a aquellas sanciones. 


Claro que siempre se podrá decir que la crisis que comenzó en 2013 no la causaron las sanciones porque las mismas vinieron después. Esto es cierto... pero solo desde un punto de vista formal. Pues acciones contra la economía nacional es lo que  explica en gran medida el origen de dichas crisis, solo que se trata de acciones efectuadas por la vía de hecho. Como quiera, en lo que todas las personas cuerdas de este país estamos de acuerdo independientemente del color político que expresemos y quién pensemos que en última instancia es o son responsables de la crisis, es que las sanciones no solo no hicieron nada para impedirla sino que hicieron todo lo posible por empeorarla.


Y no por defecto: ese era su objetivo.


En la entrevista de María Corina Machado con el hijo de Donald Trump esto queda meridianamente claro. Y en las medidas de “máxima presión” retomadas en los últimos días en el marco de dicha entrevista no se deja espacio a duda. El fin de la licencia Chevron deja un marco aún más restrictivo que los previos, por lo que los efectos sobre el país se harán sentir en toda su crudeza. Y María Corina Machado lo sabe y eso es exactamente lo que celebra. Sabe que aumentará la pobreza, el desespero de la población, que probablemente retornará la violencia y la emigración. Y eso la pone feliz, ya que aspira que la extenuación y la desesperación del país completo sea lo que le allane el camino a su ansiada presidencia. 


Su felicidad es la infelicidad de todos los venezolanos y venezolanas. Lo mismo que el sádico público de bailad, bailad malditos, habilita un escenario de sufrimiento para disfrutar y sacarle provecho.  


Y es reincidente en la materia.


Por cierto que, en el cénit de su celebración cínica, María Corina Machado asegura que Nicolás Maduro es un secuestrador que nos tiene de rehenes a todos los venezolanos, por lo que su plan de asfixia lo que busca es liberarnos. Tratando de entender la lógica retorcida del argumento, queda claro que con el mismo pone en evidencia una vez más sus simpatías sionistas. Y es que el ejército israelí tiene un protocolo de actuación –el Protocolo Aníbal- para cuando uno de sus miembros e incluso un ciudadano israelí es secuestrado: matarlo junto a los secuestradores. 


Eso es lo que explica el mayor número de víctimas durante el atentado de Hamas el 7 de octubre: los asesinaron los propios israelíes bajo el argumento de impedir se los llevaran. Y es lo que explica también porque los israelíes bombardeaban Gaza como la bombardeaban a sabiendas que los secuestrados que querían “rescatar” estaban allí (de hecho, mataron a varios).

     

El plan de María Corina Machado se le parece igualito: una mezcla de Bailad, bailad malditos, con Los juegos del hambre y el Protocolo Aníbal. 

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