Hace unos días recordábamos la célebre escena de El último Samurái, en la cual los guerreros de Katzumoto se lanzan en una ofensiva a campo abierto contra las fuerzas del nuevo ejército imperial japonés, estas últimas armadas con cañones howitzer y ametralladoras Gatling. Antes esto, de nada sirvieron la valentía y preparación de los samuráis en el arte de la guerra cuerpo a cuerpo con armas blancas: indefensos antes las balas en unas pocas horas fueron cayendo uno a uno, y con ellos, todo un orden cultural milenario y una manera de hacer la guerra ídem.
La referencia venía en razón de la brecha que se está abriendo en los actuales momentos en materia bélica ante la irrupción de la Inteligencia Artificial, brecha solo comparable con la abierta en su momento con la pólvora y luego con la bomba atómica.
Y todo indica dado lo visto que está ocurriendo en los actuales momentos en Irán tras los ataques israelíes, la analogía no era exagerada.
Veamos: en menos de un día Israel eliminó a prácticamente todo el Alto Mando Militar Iraní, a sus principales cuadros científicos, neutralizó los sistemas de defensa aéreos y bombardeo los lugares claves del proyecto nuclear de la Nación Persa. Y se infiere, dado que el ataque es de todo menos sorpresivo, que supo burlar todos los protocolos de seguridad de los iraníes, que dado lo visto tampoco eran los más altos pues casi todos los asesinados selectivamente estaban en sus casa al momento de ser bombardeados. ¿Cómo fue esto posible?
El ataque en sí no tiene nada de novedoso en su forma más visible: se usaron aviones de guerra y misiles de larga distancia equipados con bombas capaces de destruir bunkers varios metros bajo tierra proporcionados recientemente por el gobierno norteamericano. Para neutralizar sistemas de defensa no hace falta necesariamente IA sino equipos avanzados de guerra electrónica. Pero esa capacidad de articulación para ubicar y atacar varios blancos sensibles en simultáneo son precisamente las cosas que hace posible la IA usada con fines bélicos, con su vertiginosa capacidad para recopilar y analizar datos en tiempo real.
En días pasados comentamos también el caso de Siria, el hecho sorpresivo para todos de cómo el gobierno de Bashar al Assad fue derrocado en diez días por bandas paramilitares mal armadas después de haber resistido contra esas mismas bandas más de una década y contar con un ejército curtido en batalla y con no pocos aliados. Múltiples habrán sido los factores: pero hay indicios de que una aplicación para teléfonos inteligentes permitió a los enemigos de Assad ubicar a sus principales cuadros militares en tiempo real y neutralizarlos, así como sus lugares más sensibles para operar.
Habrá que ver qué pasa en Irán y sobre todo su capacidad de respuesta. Pero si algo parece claro es que las guerras del futuro ya lo son del presente: ¿estamos preparados para ellas?
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