En El último Samurái, cerca del final, asistimos a una escena memorable no solo por lo bien e incluso hermosamente elaborada que está, sino por la cruda verdad histórica que expone dentro de su poesía visual.
Es aquella en la cual los samuráis se lanzan en una ofensiva a
campo abierto contra las fuerzas del Imperio Japonés. Hasta ese momento la
guerra venía siendo favorable para ellos, curtidos por siglos de artes
militares que suponen toda una vida de preparación. Sin embargo, ese día los
inexpertos y mal formados reclutas del nuevo ejército imperial contaban con cañones
howitzer y ametralladoras Gatling, además del acompañamiento de expertos
militares occidentales. De nada sirvieron entonces la mística, disciplina y
valentía de los samuráis: indefensos antes las balas fueron cayendo uno a uno y con ellos todo un orden cultural milenario así como una
manera de hacer la guerra ídem.
Pero la clave en esta derrota no fueron las ametralladoras. La clave fue el uso bélico de la pólvora, de la cual han resultado todas las armas de fuego hasta el sol de hoy. Pocos inventos han tenido dentro de su área específica y fuera de ella un impacto tan profundo como la pólvora. Y es que su llegada a los campos de batalla hace ya más mil años, cambió ciertamente las maneras de hacer la guerra, pero también –y en consecuencia- moldeó el mundo que conocemos hoy.
Pues cuando en 1453 los otomanos derribaron las hasta entonces inexpugnables murallas de Constantinopla con sus cañones “bombarda”, no solo quedaron obsoletas las costosas cargas contra muros infranqueables, sino que se decretó el fin del viejo orden europeo medieval, impulsó la llegada de la Modernidad e inclusive, se hizo necesario el “descubrimiento” de América, en la medida que los turcos tomaron el control de las centenarias rutas comerciales que unían Europa y Asia. Esto obligó a genoveses, florentinos, portugueses, castellanos, etc., a concentrarse en la búsqueda de rutas alternativas para llegar al Lejano Oriente, lo que provocó el “accidente” que trajo a Colón a nuestras costas.
Desde entonces en materia bélica la pólvora no ha dejado nunca de ser la reina, pues todas las innovaciones de armamentos que le han sucedido consisten en hacer un uso más eficiente y por tanto más mortal de ella.
La excepción a esa regla lo constituye la bomba atómica. La historia oficial es harto conocida: en 1939, Albert Einstein alertó a Roosevelt sobre la posibilidad de que Alemania desarrollara una bomba nuclear. Roosevelt convoca una iniciativa que será conocida como El Proyecto Manhattan, violenta carrera armamentista cuyo resultado inmediato fueron las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Pero dichas bombas solo fueron un medio para alcanzar un fin más allá de vencer a Japón, ya en vías de serlo: la supremacía norteamericana sobre sus pares y sobre el mundo en general debido a la capacidad alcanzada de infligir daño. Toda la segunda mitad del siglo XX y al menos la primera década del actual se vio marcada por este hecho.
¿Y qué pasa en la actualidad?
En la actualidad asistimos a un nuevo Salto Adelante en materia bélica impulsado por una nueva tecnología, salto que amenaza con ser tan o más profundo que los anteriores, o en todo caso, abrir una grieta mucho más grande entre quienes tengan acceso plenamente a ella y quiénes no.
Esto no significa que la pólvora y las armas nucleares dejen de ser determinantes. Corea del
Norte es tal vez el mejor ejemplo de ello. Y aunque hasta donde sabe Yemen no
tienen armas nucleares, todos estamos claros que su arsenal de misiles
hipérsonicos son un desincentivo poderoso para quienes quieren borrarlo del
mapa. Pero también debemos tener claro que el futuro de las guerras y las guerras
del futuro pasan por la IA.
Y es que diga lo que se diga y se piense lo que se piense, el
futuro de la IA no dependerá de quién cree el chatbot o generador de imágenes
más inteligente y divertido para consumo de las masas en redes sociales o para
emprender y aumentar la productividad. Su campo más dinámico y determinante en
última instancia es el bélico, del cual se deriva todo lo demás. Y eso ha sido
así desde el inicio. Debemos recordar que tanto la IA como la propia internet
tienen su origen en desarrollos militares.
En los actuales momentos las potencias mundiales ya integran IA en sus sistemas de defensa. Por ejemplo: Los Estados Unidos con el proyecto Maven usa IA para analizar imágenes de drones, así como la iniciativa JAIC (Joint Artificial Intelligence Center) desarrolla sistemas autónomos para toma de decisiones. El Nuevo Proyecto Manhattan lanzado por el actual gobierno de Trump no es más que la intención de llevar esto a una escala nunca vista para garantizar el MAGA (Make American Great Again) por la vía del MALA (Make American Lethal Again).
China, por su parte, está invirtiendo que se sepa más
de $300 mil millones en IA militar para 2030, incluyendo drones enjambre (ej.:
proyecto Sharp Sword). Mientras que Rusia se vale de sus propios desarrollos en
materia de IA para combatir contra Ucrania y la OTAN, al tiempo que el sionismo
la usa para la perpetración del genocidio contra los palestinos. En nuestra región, al menos Brasil y Argentina adelantan sus propios
desarrollos, en el último caso con apoyó israelí.
En los próximos años, y muy probablemente en menos de una década, las actuales maneras de hacer la guerra quedarán desactualizadas y se abrirá, como dijimos, una brecha tan grande como las que se abrieron cuando la invención de la pólvora y la bomba atómica.
Esta brecha de hecho ya existe y la podemos ver actuar. Más allá de la falta de escrúpulo y el instinto asesino, la IA ha sido clave para los daños infligidos por los sionistas contra el eje de la resistencia, así como jugó un papel activo en la ofensiva con Asad en Siria y viene siendo un factor importante en la guerra de Ucrania, sobre todo para esta última que más allá del respaldo bélico convencional de la OTAN (tanques, fusiles, aviones, mercenarios, etc.,) ha encontrado en su uso una vía para contrarrestar la gran superioridad militar rusa.
Así las cosas, no quedarse atrás en esta carrera es una necesidad existencial para todos los países, pues quien no lo haga quedará dentro de poco –es decir: ya- tan obsoleto y vulnerables como los samuráis de Algren y Katsumoto, que por lo demás aunque son personajes de la ficción están inspirados en la historia muy real de la rebelión Satsuma de 1877. Fino pues los chatbots, pero por allí no van los tiros, literalmente.
PD: para una lectura más completa de este tema te recomiendo el siguiente video https://youtu.be/urlx45F4XK0?si=tRlo9B78MlmsJ6f9