En sentido estricto, este suele ser el tipo de cosas de las que no se puede estar seguro hasta que pasan, de tal modo que todo lo que la mayoría diga al respecto es especulativo en grado sumo, por lo general manifestaciones de deseo en una u otra dirección.
Ahora, hay cuestiones, hechos y situaciones que permiten determinar cuál opción es más probable.
Desde este punto de vista, no es correcto interpretar los movimientos norteamericanos como un fake, como una cortina de humo dirigida a distraer la atención de su crisis interna, que es la hipótesis que manejan algunos influencers y analistas de redes. Una cosa es que lo del cartel de los soles sea un fake, e inclusive, que el gobierno norteamericano tenga la necesidad de desviar la atención con respecto a otros asuntos. Pero el problema con esta hipótesis es que subestima la envergadura del problema.
Así las cosas, más que un fake ante lo que estamos es ante el armado o reimpulso de una narrativa muy peligrosa que pasa por acentuar el carácter de “amenaza inusual y extraordinaria” con el cual el gobierno de Obama en 2015 catalogó a Venezuela en 2015. Narrativa que busca justificar ex-ante cualquier acción agresiva contra el país, entre otras cosas, sin pasar por la burocracia de ser aprobada por el Congreso norteamericano, como dictan las leyes gringas.
Se trata de una narrativa que viene siendo construida meticulosamente con la colaboración pública, notoria y comunicacional del sector más extremista de la oposición venezolana. Narrativa que con el retorno de Trump a la Casa Blanca sufrió un giro argumentativo importante, dentro el cual la migración venezolana pasó de ser una población victimizada y por tanto necesitada de atención, a una población estigmatizada y por tanto objeto de persecución.
Todos lo hemos visto: hasta no hace mucho, a los ojos de las corrientes hegemónicas los migrantes eran víctimas del “régimen” chavista. Ahora, en la nueva trama armada por el Departamento de Estado y sus cómplices nacionales, son algo así como sus agentes infiltrados que ya no tendrían como propósito “escapar del régimen” sino agredir en su nombre a los Estados Unidos. La guinda es lo del cartel de los soles: Venezuela no solo inunda a los Estados Unidos de gente peligrosa que sigue órdenes de Maduro, sino también de drogas.
Desde luego que nada de esto es cierto, que no solo carece totalmente de evidencia que lo respalde sino que, de hecho, va en contra de cualquier mínima evidencia existente, como el que entre el 80 y 90 por ciento de la droga que entra a los Estados Unidos lo hace por el Pacífico, según los reportes oficiales de la ONU. También viola el sentido común: y es que cualquiera que lo piense un poco concluye sin mucho esfuerzo, que más haría el gobierno norteamericano desplegando tropas y toda su tecnología de rastreo post 11 de septiembre en sus fronteras para evitar que la droga ingrese, o hacerlo en sus ciudades para perseguir aquella que ya ingresó. Es lógica simple, no hay que ser un genio ni un analista súper dotado para saberlo.
El problema es que esta racionalidad basada en la lógica, el sentido común y la evidencia empíricamente comprobable, ya no aplica en esta era regida por la posverdad y en la que la ley del más fuerte ha venido sustituyendo a las normas más básicas. Lo vemos en Palestina y lo vimos hace un par de meses en Irán.
Por eso la trama que se ha venido armando contra Venezuela más que un fake es una narrativa, o como se decía antes, una matriz de opinión montada sobre elementos falsos pero que, en su conjunto, buscan producir un efecto de verdad, que es la verdad del perpetrador: se lo hago porque se lo merece. Y en todo caso, si no se lo merece igual se lo hago porque puedo hacerlo. Es la lógica gansta propia del nuevo orden internacional post Trump, post Netanyahu y sus mini-yo periféricos y de orilla como Miley, Bukele y la eterna aspirante María Corina Machado.
Así las cosas, volviendo a la pregunta del principio y para no repetir el desliz iraní que un día se durmieron pensando que nada pasaría y casi fueron exterminados en una noche, en situaciones como estas aunque no sepamos lo que va a pasar, es mejor actuar pensando en el peor de los escenarios.
A todas estas, un dato no menor es que los Estados Unidos en sentido estricto tampoco tiene necesidad de hacer un despliegue de esas magnitudes contra Venezuela, pues de facto Venezuela está rodeada por bases militares norteamericanas. Tal vez lo que buscan con el despliegue es desencadenar un incidente de bandera falsa tipo golfo de Tonkin, con lo que hay que tener mucho cuidado. En todo caso y por suerte, todo indica que el gobierno más allá de los influencers no está confiando que solo se trata de un fake.
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